Domingo 01 de Febrero de 2015 - 12:48am
Tras 65 años, Ovejas todavía recuerda el siniestro que dejó 30 muertos
“Yo llegué con mi machete a partir la madera de la chiva”, recuerda Francisco Manjarréz.
POR:
LAURA TOSCANO
Hoy se cumplen 65 años de un accidente vial en el que murieron 30 personas, un hecho que nadie olvida en este pueblo de Sucre.
Sincelejo. Sesenta y cinco años después del siniestro de Ovejas, en el que perdieron la vida 30 personas que viajaban en una chiva de palo entre Sincelejo y Ovejas, nadie olvida lo que ocurrió aquel primero de febrero.
‘La Cubita’, como se llamaba la chiva, se volcó e incendió a 2,5 kilómetros del casco urbano de la población montemariana.
Los puestos estaban todos copados y el techo cargado de alimentos y pimpinas con gasolina, situación que agravó la tragedia que se avecinaba. Pasadas las 2:00 de la tarde del 1 de febrero de 1950 comenzó la conflagración que marcaría para siempre al pueblo sucreño.
El incidente ocurrió en una de las curvas más peligrosas de la vía, hoy conocida como ‘la curva de la Santa’, donde está construida una gruta en honor a las víctimas.
La tragedia inspiró al acordeonero Carlos Araque Mieles a escribir la canción ‘El siniestro de Ovejas’, que fue además el tema de la película ‘Siniestro’, producida por el fallecido periodista Ernesto McCausland Sojo.
Los recuerdos de ‘Santa’
Para la época de la tragedia, Francisco Santander Manjarrez Rivero o ‘Santa’, como lo llaman en Ovejas, recién cumplía 19 años. Hoy revive las imágenes que presenció aquella tarde.
“Ese día había llovido mucho y un niño que pasó por el corredor de la casa de mis papás me dijo que se estaba quemando ‘La Cubita’. Había escuchado algunas explosiones, pero no sabía de qué se trataba. En ese momento miré al cielo que estaba cubierto de un manto negro, era humo, y además se sentía un olor insoportable, a carne asada”, narró Santa.
Dijo que llegó al lugar con un machete para tratar de partir la madera de la chiva que aún ardía y sacar los cuerpos, “pero solo alcanzaba a sacar pedazos de carne humana. En ese momento hubo una explosión que puso en riesgo la vida de los que intentábamos ayudar”, dijo.
Carlos Araque Mieles con su inseparable conjunto grabó la canción ‘El siniestro de Ovejas’.
Ese día murieron dos primas de Santa: Sixta y Emilia Manjarrez, y un amigo, Pablo Rivero, oriundo del corregimiento El Floral, a quien pudieron reconocer porque tenía varios dientes de oro, como era costumbre en aquella época.
Allí vio morir a una mujer con su niño en brazos, a Evaristo Gutiérrez, un joven del interior del país que vivía en Ovejas y a Gilberto Buelvas, conductor de ‘La Cubita’.
“Gilberto había salido ileso del accidente, es más, salió del abismo donde se encontraba, pero al escuchar los gritos de auxilio de un niño que decía ‘¡Papá, papá ayúdame que me estoy quemando!’ corrió nuevamente al bus creyendo que se trataba de su hijo. Infortunadamente en ese momento hubo una nueva explosión. Entonces junto a él murieron otras personas que se habían salvado, pero que estaban auxiliando a los que habían quedado atrapados debajo de la chiva”.
Un caso similar le ocurrió a Carmelo Taboada García, quien escuchó la misma voz que Gilberto, y que al igual que él, lo condujo a la muerte.
“Mi papá quedó ileso, pero explotó uno de los tanques que transportaba la chiva, y dentro de esta se escuchaban los llamados de auxilio. Luego explotó una pimpina y corrió como 80 metros envuelto en llamas. Murió”, manifestó su hijo Ignacio Taboada Mendoza, para entonces, de 9 años.
Carmelo había llevado a Víctor a Sincelejo para matricularlo en comercio y contabilidad.
El acordeón se silenció
Una de las víctimas más recordadas es Rafael Gutiérrez, acordeonero de Valledupar (Cesar), compañero inseparable del también acordeonero Carlos Araque, nativo de Manaure (La Guajira).
Berta Villadiego, esposa de Araque, recordó que aquel día los acordeoneros llegaron a Sincelejo en busca de transporte para el municipio tabacalero, después de una gira por la región.
“Rafael, repentinamente, se baja del bus diciéndole a Carlos que él le iba enviar un telegrama a su esposa para decirle que ya no volvería y que podía empezar una nueva vida, por lo que mi esposo no le siguió insistiendo y se vino en ese bus en horas de la mañana, mientras su amigo, lo hizo pasado el mediodía en la chiva que lo llevó con destino a la muerte”, recordó Berta en una de las entrevistas que dio tras la tragedia.
En esta curva de la vía Sincelejo-Ovejas se incendió ‘La Cubita’.
Por espacio de un mes, las notas del acordeón de Carlos se silenciaron y solo volvieron a tomar vida en un patio cartagenero, el día que le compuso unos versos a su inseparable amigo, a quien quiso y admiró hasta el día de su partida.
Pero no todos murieron con la conflagración, aclaró Santa. “Alcanzamos a escuchar la voz de un niño que ya casi no se oía y nos percatamos que debajo de unos bultos había una mano que se movía, de inmediato corrimos y lo auxiliamos. Se trataba de un niño que tenía parte de su cuerpo quemado, pero se salvó. Hoy ese hombre de nombre Carlos Castro reside en Barranquilla. También entre los que se salvaron estaban Pedro Martínez y su hija Greys. También uno que le decían El Brinco, otro Tío Tigre, él era invidente y siempre dice que se salvó porque al momento del accidente tuvo un episodio de visión y pudo salir del lugar”.
En cada vivienda de Ovejas hay tantos relatos como allegados y familiares muertos en aquel infortunado hecho, algunos los recuerdan, otros prefieren no hacerlo, pero aun así siguen retumbando en su ser cada vez que escuchan los versos de Araque que convirtió una tragedia en canción.
“Ay en el siniestro de Ovejas
hasta los santos lloraron
De recuerdo solo quedan
aquellos que se quemaron”.
hasta los santos lloraron
De recuerdo solo quedan
aquellos que se quemaron”.